barquita por el rio Ngo Dong, muestra un paisaje maravilloso de rocas en medio
de arrozales en los que los pescadores siguen realizando su labor de la forma
tradicional.
Travelling wakes up the spirit
Cuando ya pensaba que lo había visto todo en cuanto se refiere a caos y tráfico abrumador en una
ciudad, llegué a Hanoi y me di cuenta de que la circulación
en ciudades como El Cairo o Bangkok parece un desfile de majorettes comparado
con el de Hanoi.
En Vietnam hay un población de unos noventa millones de
personas, de las cuales unos ocho millones viven en Hanoi. Ahora viene la cifra
impactante: circulan más de seis millones de motos.
La vida de los vietnamitas se puede observar en sus motos, que pueden llegar a
transportar casi cualquier cosa, veinte cajas de gallinas, diez alfombras, un cerdo o una vaca
muertos, y, de forma habitual, hasta cinco personas en una moto de pequeña
cilindrada.
Las calles de Hanoi son una muestra única de que la vida de los
vietnamitas transcurre de puertas hacia fuera de sus casas.
Desde el amanecer
sacan sus sillas a las puertas de sus casas para desayunar y, a partir de ahí,
exponer su mercancía, cocinar, comer, jugar al ajedrez con sus vecinos, tomar una cerveza
bien fría o incluso afeitarse, cortarse el pelo o pintarse las uñas de los pies.
Una ciudad única, con personalidad propia, que impacta, aturde y, sorprendentemente, seduce…
Recomendación:
* Alojamiento: Downtown Backpackers Hostel, 9 Ma May, Hanoi.
Tuve la suerte de poder hacer esta
visita a la bahía de Halong justo el día de luna llena en el que los
vietnamitas celebran su anual Fullmoon Festival, (Año Nuevo de los Niños).
Por
la noche la bahía y sus formaciones rocosas se veían iluminadas de forma natural
por la luna llena, una imagen preciosa.
Precioso tambien el pueblo pesquero con su mercado flotante.
Estas islas tienen formaciones rocosas y grutas que han sido modeladas por el agua y el viento, dando lugar a unos efectos y unos paisajes preciosos…
De nuevo vuelvo a hacer balance y mi etapa en este país ha sido muy positiva y enriquecedora, han sido tan sólo cinco días, en los que, sobre todo, he tenido la oportunidad de conocer una de las Maravillas del Mundo, los templos de Angkor y a un pueblo generoso, amable y con ganas de superar poco a poco su historia pasada de dolor y escasez.
Ojalá que ese día en que Camboya tenga una situación más próspera y digna para su gente llegue pronto…
La cocina camboyana, al igual que el resto de los países del sudeste asiático que estoy conociendo, tiene su base principal en el arroz. Tienen varios tipos diferentes de arroz, dependiendo de la cosecha y de la época, si es en temporada de lluvias o temporada seca, etc. Es un país que consume muchísimo pescado,(unos 35 kilos por persona anuales).
Tienen una cocina deliciosa y, para mi alegría, menos picante que la malasia o la indonesia.
Esta ciudad no sólo es la antesala de los imponentes templos de Angkor.
También es una ciudad donde se puede aprender bastante sobre la historia
que ha definido la actual Camboya.
Tengo que decir que es un sabor
agridulce el que tengo en este momento, pues aunque hay rincones muy
bonitos para ver en Siem Reap, como su mariposario, sus pagodas o su Old
Market, me ha impactado mucho conocer la realidad que ha vivido este
país.
Camboya ha sido una nación maltratada por guerras con países
colindantes y por una atroz guerra civil que le llevó a uno de los
genocidios más aberrantes del pasado siglo, cuyos estragos se siguen
padeciendo por la población. Se estima que existen todavía en Camboya
unos 5 millones de minas antipersona, y actualmente 1 de cada 250 camboyanos son víctimas de las minas. En el Museo de Minas Antipersona se
puede obtener mucha información sobre este tema, gracias a la
impresionante
labor de su fundador, Aki Ra. Recogen donaciones en:
www.cambodialandminemuseum.org
Otro hecho impactante ha sido conocer algo más del genocidio llevado a
cabo durante los años 70, en los «3 años, 8 meses y 20 días del mandato de Pol Pot». Es curioso, aquí recuerdan este tiempo así, (como
si de una condena se tratase) y fue bajo su régimen que se llevó a cabo el exterminio de unos
3 millones de personas, en su mayoría chicos jóvenes y bien preparados.
Es doloroso ver el sufrimiento que ha vivido este país durante tanto
tiempo, y aún hoy, con todas las minas que aún quedan.
A Camboya le
queda todavía un largo camino por recorrer hacia una vida digna de su
gente, hay mucha pobreza en el país, ojalá que pronto disfruten por fin de una mejor
situación…
El primer día que llegué a Bangkok me sentí desesperada. En ningún otro
país antes me había resultado tan difícil comunicarme con la gente.
Sentí una impotencia enorme, casi nadie hablaba inglés y además, la
gente que encontré ese día en mi camino parecían no tener la menor
intención de ayudarme. Me resultó tremendamente difícil incluso llegar
al hostel donde iba a alojarme, y eso que llevaba un papel con el nombre
escrito en tailandés. Al día siguiente la situación se repetía…no
hablaban inglés ni en la recepción, ni siquiera en el bar donde fui a
desayunar…a duras penas conseguí hacerme entender para tomar un café
con unas tostadas. Mi pensamiento comenzó a girar en círculos: «cómo voy
a llegar a mi destino si no me entiende nadie?», «me
voy a perder y luego no podré llegar hasta aquí», «me van a intentar
engañar»…. Cuando me dí cuenta de que estaba repitiéndome a mi
misma estos mensajes negativos y me estaba angustiando, tomé la
decisión de parar mi mente. «Así no voy a ninguna parte, cambia el chip
ahora mismo. Cambia tu actitud, sonríe y CONFÍA».
Tengo que decir que a
estas alturas del viaje ya llevo la mochila bastante cargada de
aprendizajes y lecciones, pero, sinceramente, una de las más importantes
que he interiorizado por la experiencia vivida estos meses es que hay
que confiar en la vida. He aprendido que debo poner todo lo que esté en
mi mano para conseguir lo que busque, pero una vez hecho eso, debo
confiar.
Todo está preparado para que ocurra de la forma en que lo
necesite. Ese día, cuando cambié mi actitud apareció un «ángel» que
me ayudó a resolver mi problema.
El otro
día volvió a ocurrir: necesitaba hacer urgentemente una llamada a España, (en Bangkok no
se encuentran fácilmente cabinas públicas para llamadas
internacionales), y apareció otro «ángel» que me prestó su teléfono.
Espero que no se me olvide nunca esto, pues lo importante es creer que
va ocurrir así…
Creo que en el Templo de Angkor Wat, (Camboya), he tenido una sensación parecida
a la que experimenté cuando vi por primera vez la ciudad sagrada de Machu Pichu.
Son esos segundos en los que tus ojos descubren algo tan bonito, tan impactante,
que te quedas así, petrificada, con la boca abierta, empapándote de la imagen y
llenando los sentidos con ese momento, para que se te quede grabado en la
memoria, para que no se te olvide nunca, para que lo puedas recordar cuando
tengas un momento de desánimo y necesites transportarte a un lugar que te llene
de energía y de buenas vibraciones, como diría mi amiga Bea.
Y es que en
ningún otro lugar en el mundo hay tantos templos juntos, desde los más famosos, como el de
Angkor Wat, el de Prohm o el de Bayon, hasta otros como el Banteay Srei, (o
templo de las Mujeres), el enorme Beng Malea o los de la capital antigua,
Roluos.
Otra de las cosas que me han sorprendido mucho en Angkor es que
muchos de los templos son a la vez hinduístas y budistas, esto es la fusión
llevada al máximo. En su inicio fueron originariamente hinduístas, muchos de
ellos construidos para venerar al dios Wisnu, alrededor del siglo XII, y después
budistas, a partir del siglo XVII, venerando a Buda, pero muchos de ellos
conservan los dos credos y comparten fieles. Camboya nos ofrece otro gran ejemplo de
integración y fusión de culturas y credos…